Se trata de un fenómeno que se produce inevitablemente en la vida de un verdadero místico, de un verdadero Iniciado. Sobre su cabeza aparece una estrella, un pentagrama luminoso. Arriba es como abajo y abajo es como arriba. Este pentagrama debe, pues, salir doblemente. En primer lugar, el hombre mismo es un pentagrama viviente, y después, en lo alto, en el plano sutil, cuando ha desarrollado plenamente las cinco virtudes: la bondad, la justicia, el amor, la sabiduría y la verdad, le representa otro pentagrama en forma de luz.
Esta luz, esta estrella que brillaba sobre el establo, significa que, de cada Iniciado que lleva dentro de sí el Cristo vivo, sale siempre una luz, una luz que serena, que alimenta, que reconforta, que sana, que purifica, que vivifica... Un día, otros perciben desde lejos esta luz y sienten que algo especial se manifiesta a través de este ser. Y este algo, precisamente, es Cristo; entonces los dirigentes, las autoridades, los poderosos y los ricos se acercan a él. Y hasta los grandes jefes religiosos, que se imaginaban ser lo más alto, sienten también que algo les falta, que todavía no han llegado a este grado de espiritualidad, y vienen a instruirse, vienen a inclinarse ante él y a traerle regalos.
Esta es la razón de la presencia de los tres magos, Melchor, Baltasar y Gaspar, junto al Niño Jesús. Estos magos eran los jefes de grandes religiones en sus países respectivos, y acudieron. ¿Por qué? Porque sintieron la luz. Como eran astrólogos, habían observado en el cielo ciertas configuraciones planetarias excepcionales e interpretaron que debía de producirse en la tierra algún acontecimiento extraordinario. El nacimiento de Jesús corresponde pues, también, a un fenómeno que se produjo en el cielo hace dos mil años.
Estos Reyes Magos le ofrecieron oro, incienso y mirra, y cada uno de estos regalos era simbólico. El oro significaba que Jesús era rey, ya que el color del oro es el color de la sabiduría, cuyo resplandor brilla sobre la cabeza de los Iniciados como una corona de luz. El incienso significaba que era sacerdote, pues el incienso representa el ámbito de la religión, es decir, del corazón y del amor. Y la mirra es un símbolo de inmortalidad, pues se usaba para embalsamar los cuerpos y preservarlos así de la destrucción. Los Reyes Magos ofrecieron, pues, unos regalos que tienen relación con los tres cuerpos del pensamiento, del sentimiento y del cuerpo físico. Cada uno está, también, relacionado con un sefirot: la mirra con Binah, que lo conserva todo; el oro con Tipheret, la luz; y el incienso con Hesed, la religión.
En este establo no había ni pastares ni rebaños, sine solamente un buey y un asno. ¿Por qué? Desde hace siglos se repite esta historia sin comprenderla, porque los humanos ya no entienden el simbolismo universal. El establo representa el cuerpo físico. ¿Y el buey? Sabéis que en la Antigüedad el buey, el toro, siempre se ha considerado como el principio de generación. En Egipto, por ejemplo, el buey Apis era el símbolo de la fertilidad y de la fecundidad. El buey está bajo la influencia de Venus y representa la energía sexual. El asno, par su parte, está bajo la influencia de Saturno y representa la personalidad, es decir, la naturaleza inferior del hombre, lo que se llama el viejo Adán, testarudo, terco, pero buen servidor. Y los dos animales estaban allí para servir a Jesús. Pero servirle, ¿cómo? Os revelaré ahora un gran misterio.
Cuando un hombre comienza a trabajar para perfeccionarse, entra en conflicto con las fuerzas de la personalidad y las de la sensualidad. El Iniciado, precisamente, es aquél que ha conseguido dominar estos dos tipos de fuerza y los ha puesto a su servicio. Como veis no las aniquila, no se dice que estos dos animales hubiesen sido expulsados o suprimidos; estaban allí presentes, pero, ¿qué hacían? Soplaban sobre el Niño Jesús, le calentaban con su aliento... Por tanto, cuando el Iniciado consigue transmutar el asno y el buey ambos se ponen a su servicio y acuden a calentar y a alimentar al niño recién nacido con su aliento. Estas fuerzas ya no le atormentan, ni le desquician ni le hacen sufrir, sino que se transforman para él en fuerzas vivificantes. El aliento es vida. Como veis, el aliento del asno y del buey es una reminiscencia de aquel soplo con el que Dios creó el alma del primer hombre. El asno y el buey sirvieron al Niño Jesús: eso significa que todos aquellos que tengan a Cristo dentro de si serán servidos por su personalidad y por su sensualidad, que son dos fuerzas extraordinariamente útiles cuando se usan adecuadamente.
Luego, se apareció un ángel a los pastores propietarios del establo. Cuidaban de sus rebaños en los campos, y cuando el ángel les anunció la noticia del nacimiento de Jesús, se quedaron maravillados; tomaron unos corderos y se los llevaron en ofrenda. Eso significa que todos aquellos que actúan sobre el cuerpo físico, es decir, los espíritus familiares, reencarnados o no, y que tienen riquezas (estas riquezas están aquí simbólicamente representadas por las ovejas, los corderos y los perros), son avisados. Son avisados porque participaron en la formación del establo (el cuerpo físico), y así llegan todos diciendo: «¡Nunca habíamos pensado llegar a tener tal honor en nuestro establo ! »
Todos los espíritus familiares, estén en el más allá o en la tierra, reciben, pues, la noticia de que un espléndido acontecimiento ha tenido lugar en vuestro corazón y en vuestra alma, y acuden entonces a inclinarse y a traeros sus regalos. Sí, el mundo entero se pone al servicio del niño. Pero, ¡ No contéis con que os vengan a servir mientras no lo hayáis hecho nacer!. Los ángeles acuden a servir únicamente a aquél en quien el Niño Jesús ha nacido ya, porque no vienen por vosotros sino por el principio divino, por Cristo, el Hijo de Dios.
Detengámonos ahora en el simbolismo del pesebre. Sí, ¿por qué debía Jesús nacer en un pesebre, sobre la paja, y no en un palacio, en un templo o en una mansión suntuosa? En los Evangelios todo es simbólico, pero pocos son los que han sospechado que detrás del relato del nacimiento de Jesús en un pesebre se escondía un sentido extremadamente profundo.
FIAT LUX
FELILUXOR
FE Y FELICIDAD EN LA LUZ DE ORO…
FUNDACIÓN AMONRA CHILE
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